sábado, 11 de diciembre de 2010

Sobre los controladores aéreos,

Yo soy un ciudadano de a pie que no conoce mucho el mundillo del transporte aéreo. A los aeropuertos he ido sólo para viajar en largos vuelos, a México y Argentina, o a vuelos cortos-los más corrientes-con el Imserso. Y es verdad que no me produce ningún trauma tomar el avión, porque lo considero  lo más práctico y seguro.  Alguna  vez he viajado por estas fechas. Por eso puedo pensar lo que significa o puede significar para un viajero que, a la hora de tomar su vuelo, le digan, sin previo aviso , que ese vuelo no podrá tomarlo porque los controladores han decidido, de repente, ausentarse de su trabajo, en un plante espectacular. Y esto ha sucedido en los días claves del largo puente de la Constitución-Inmaculada. Alegaron problemas físicos y de salud. O sea, que, de repente, la gran mayoría de los controladores afirma que sus facultades físicas no están en forma o padecen algún tipo de enfermedad. Nadie se cree, ni por asomo, que estos sean los verdaderos motivos y no voy a ser yo quien hurgue en ellos. Es cierto que tienen problemas con AENA, el ente público que los agrupa, y aunque ya no son funcionarios, sí son trabajadores con un contrato de privilegio y a su servicio. Pero lo cierto es que eso ha  supuesto que casi 700.000 viajeros hayan sufrido un detrimento grave en sus vuelos de todo tipo y han visto mermadas sus vacaciones o arruinadas en muchos casos. La gravedad de esta decisión y situación inaceptables es que también ha afectado a muchos hoteles nacionales e internacionales a donde deberían alojarse estos viajeros, lo que les ha supesto un detrimento económico considerable a estas entidades hoteleras. Y por ende,  ha significado un durísimo palo para la deteriorada economía  de este país, con todo lo que significa en estos momentos de crisis galopante.  A la vista de ello cualquier colectivo, funcionario o laboral, podría provocar un plante -médicos, docentes, jueces, administración pública, bancarios...-con consecuencias desastrosas para su sector. De ahí que el estado deba hilar muy fino de ahora en adelante y arbitrar leyes y normas para evitar estos desmanes en  sus funcionarios públicos y empresas laborales dependientes del Estado. Y llama más la atención en este sector de los controladores cuando son trabajadores privilegiados  con un sueldo entre 200.000 a 300.000 euros anuales, lo que supone un verdadero insulto para el resto  de los españoles, no digamos, ya en  concreto, para esos cuatro millones y medio de parados, que carecen de medios para sobrevivir. Es inconcebible e intolerable que haya sido la falta de acuerdo con ADENA por su sueldo y su -dicen-recargadísima jornada de trabajo, cuyas horas han superado con creces. Pero miren ustedes, señores controladores, cualquier españolito de cualquier otro sector -no sólo los interinos o mileuristas- aceptarían esa burrada de millones al año -¿cuántos, treinta y tantos, cuarenta y pico..?-con ese cúmulo de horas que ustedes denuncian por exageradas. Da pena ver el problema del empleo en España, familias enteras que tienen que malvivir con cuatrocientos o quinientos euros al mes, mientras que un cuerpo de privilegio hace un plante y deja sin viaje a centenares de ciudadanos que pensaban, felices, poder disfrutar unos días de vacaciones, por razones de tan escaso peso en comparación al daño irreparable que han causado. El Estado debería  reprimir con dureza esta situación y que todo el peso de la ley recaiga sobre estos desalmados e irresponsables trabajadores de ADENA. Y en esta situación de crisis donde todo españolito se está apretando su cinturón hasta límites insospechados, a estos señoritos controladores les reduciría el sueldo en un tanto por ciento considerable por decreto ley. Y les haría pagar todos los gastos originados a viajeros, hoteles y otras entidades afectadas. Estos sueldos producen malestar y no están acordes con el resto de los trabajadores y la bajísima economía de este país.-no digamos la bofetada impresionante en el rostro de los millones de obreros y currantes españoles que malviven-. Hay que acabar con las discriminaciones entre el personal laboral español de alto rango porque lo demandan la igualdad y la solidaridad de la importante función de cada cual, tanto o más que la de ésta elitista y orgullosa clase. Y si se desmandan y engañan y abandonan su puesto de trabajo,  como ha sucedido con estos engreídos privilegiados, para eso están las cárceles y los despidos de por vida. Y no sería mala postura y ejemplo edificante para el futuro. Que de una vez aprendan a comportarse  con solidaridad y responsabilidad.