MARCIAL MACIEL, EL PEDÓFILO QUE ENGAÑÓ A JUAN PABLO II
Acabo de leer el libro del periodista Jesús Rodríguez, LA CONFESIÓN (Debate, 2011, Barcelona), sobre la vida del fundador de Los Legionarios de Cristo Rey, Marcial Maciel Degollado 1920-2008), sacerdote mexicano, y no salgo de mi asombro. Uno no se explica cómo un depravado de tal calibre –pederasta inagotable, de doble o triple vida y personalidades, polígamo (mantuvo relaciones con varias mujeres, desconocedoras de su condición de clérigo y padre, al menos, de seis hijos-de algunos de los cuales abusaba sexualmente-), manipulador de conciencias de poderosas y poderosos, morfinómano....-llega a fundar la Congregación religiosa de mayor poder en la Iglesia actual, con poder ilimitado en el Vaticano, hasta ser considerado uno de los amigos más íntimos del papa Juan Pablo II. Por muchas razones y casualidades que se dieran, uno no puede explicarse cómo ha sido posible la creación de ese verdadero emporio religioso, industrial, y llegar, casi sin mácula, hasta el 2005. Digo lo de poderoso porque, según el autor de esta minuciosa y exhaustiva obra, “creó en solo sesenta años un impresionante holding industrial, con 15 universidades (y 48 más en México para las clases populares), 177 colegios, 133.000 alumnos, 20.000 trabajadores, 3.450 sacerdotes y religiosos y un millar de consagradas(su rama femenina de religiosa sin hábito), un brazo laico, el Regnum Christi, con 75.000 miembros, divididos en células, y miles de seminarios, comunidades, institutos, casas de retito y formación, campamentos, clubes juveniles y de debate, medios de comunicación y pisos en 45 países, de los cuales, nueve colegios, dos escuelas infantiles y una universidad corresponden a España. Un complejo religioso-industrial con un valor de 25.000 millones de euros e inversiones en sofisticada banca privada en paraísos fiscales”. No está mal el poder de gestión de un sacerdote, de poca cultura religiosa, que arribó a España con 32 seminaristas, de algunos de los cuales abusó sexualmente. Era ultraconservador, anticomunista declarado, amigo de los poderosos, antiabortista, enemigo del divorcio, machista, homófobo, propulsor de la familia tradicional...Y con este bagaje en 1946, en España, con el fervor franquista, su buena estampa física, sus dones psicológicos y esa magia innata que poseía en sus contactos con sus dirigidas de grandes fortunas, fue poco a poco obrando el milagro y convirtiendo sus sueños de grandeza y de fundador de una congregación de prestigio, en una realidad poderosa, gracias al conde de Ruiseñada, su gran mecenas y, posteriormente, a familias de prestigio, como la de Oriol, pues cuatro de sus hijos- y con ellos, gran parte de su fortuna- formaron parte de los Legionarios, así como otras muchas familias conservadoras que le llevaron un par de veces a gozar de personales audiencias con el Caudillo, con lo más granado de la iglesia española, y con las posteriores familias conservadoras y ultraconservadoras, como la familia Aznar, representada en Ana Botella. En todas las manifestaciones conservadoras contra ETA, el 15 M etc.. la gran masa de los Legionarios de Cristo era una de las fuerzas más poderosas. Tanto prestigio obtuvieron sus colegios, su densa formación católica sin fisura, que los hijos de la élite conservadora lo frecuentaban sin tamo de duda. Esto significó un extraordinario trampolín para su sueño de Roma, que le dio alas, a base de donaciones y regalos a los purpurados sobresalientes, como Sedano y el secretario particular de Juan Pablo II, monseñor Stanislaw Dsiwisz, luego cardenal, hasta conseguir la amistad entrañable del propio papa, Juan Pablo II, sus audiencias especiales y con ello la aprobación definitiva de los estatutos del movimiento Regnum Christi, el gran movimiento del catolicismo conservador, que superaba en expansión y prestigio, no sólo a los jesuitas, sino al propio Opus Dei. Maciel había llegado a la cima. Según estipulaba en sus estatutos- al menos en los internos, pues se duda que estos fuesen la copia fiel de los aprobados por su santidad-todos los miembros estrictos de los legionarios estaban obligados a los votos de pobreza, castidad y obediencia y de estrictas obligaciones particulares con el fundador. Su poder de captación de niños fue enorme. Parecía la flauta mágica del mago de Hamelín. Formó a sus seminaristas, luego sacerdotes, “según su estilo carismático, según su particular criterio ideológico, y dispersarlos por el mundo a la caza y captura de dinero...”. Hizo creer a sus legionarios que él, como Mahoma con Alá, era el intermediario entre Dios y los suyos y que su obra era, no obra suya, sino de Dios y que sus constituciones fueron inspiradas por Dios, que se valió de su persona. Controlaba a sus legionarios por medio de la confesión y dirección espiritual. Voto de silencio que exigía a sus sacerdotes, en el momento de profesar sus votos perpetuos. Alejamiento de sus familiares. Estilo de vida regulado al detalle. Formación de una red de delatores, obligados a informarle a él, de cualquier disidencia. Control absoluto de toda información que entraba y salía de la comunidad.. Exhaustiva represión sexual. Y un flagrante culto a su personalidad. Esto, llevado a la práctica con absoluta escrupulosidad, lo convirtió en el dueño indiscutible de su Congregación, a la que tenía atada de pies y manos y le proporcionaba una libertad absoluta para vivir sus distintos tipos de vida, de viajar y acomodarse en los hoteles más lujosos, tener sus amantes, manejar la inmensa fortuna que fue consiguiendo encandilando a poderosos y enamorando a mujeres mayores de grandes fortunas, consiguiendo que testasen a favor de la Legión de Cristo, que era como testar a su favor, amo y señor de todo ese emporio católico y financiero...Por fin las críticas de su conducta de abusos e irregularidades llegaron a Roma. Era el comienzo de la gran escalada religiosa y financiera del santo fundador. La Santa Sede, después de nombrar una auditoría para que examinase la conducta inmoral y de sus abusos de pederastia, llegó a la conclusión –inexplicable investigación sobre hechos tan nauseabundos, gracias a sus poderosos padrinos y protectores- de que los infundios y las falsas acusaciones habían tratado de manchar la figura relevante de Maciel y sus fundaciones y se le exoneraba de todas las inculpaciones imputadas. Corrían los años de 1956-59. Pero muchos años después –y me remonto a los últimos años de la vida de su gran protector, Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ante esos escándalos probados de deshonestidad y de vida ajena a los principios de la moral católica –ya se trataba de un Maciel viejo, vencido por los años- decidió apartarlo, con discreción de su poder omnímodo –eran los últimos momentos de vida de su íntimo amigo Juan Pablo II, que tal vez no llegó a enterarse de la maniobra del cardenal alemán- en 2005, y a continuación, en el 2006 le prohibió, a persona tan indigna el oficio público del sacerdocio. Y le obligó a exiliarse de Roma y así evitar el manejo de sus poderosas amistades y de su influencia en sus propias fundaciones. Ya Papa si ordena una investigación profunda sobre Maciel y sus fundaciones, una vez eliminados elementos de la Curia Vaticana, protectores y amigos del vicioso sacerdote, entre ellos el cardenal Sodano y nombraría para los altos cargos personas de su confianza como el cardenal Bertone, Secretario de Estado y para la Congregación para la Doctrina de la Fe al estadounidense William Joseph Levada, que trabajó con él en dicha congregación, su hombre de confianza y conocedor de todo lo relacionado con la pederastia estadounidense. Benedicto XVI hizo entonces dos cosas fundamentales : librar a la Congregación de Maciel del secreto voto de silencio, uno de sus carismas y que cito: No criticará jamás externamente con palabras, escritos o cualquier otro modo ningún acto de gobierno ni la persona de ningún director o superior de la congregación, y que avisará al superior inmediato del súbdito que ha criticado si le consta con certeza que algún religioso ha quebrantado este compromiso. Fue la gran baza para su manejo total de la Congregación. Nadie podía criticar a Maciel viera lo que viera. Esta tortura, esta monstruosidad de voto le fue suprimido por el Papa. Ahora ya podrían hablar con libertad sin menoscabo de quebrantamiento de voto. Liberaban su conciencia de tan grave losa. Y algo más decidió: que los superiores no fueran confesores de sus miembros. Y así evitar el control absoluto de los mismos. Poder adentrarse sin estos pilares fundamentales en el corazón de la congregación, verificar una investigación a fondo y decidir luego, a la vista de los resultados –ya había muerto Maciel- su disolución, refundación o reforma de la Congregación. Era mucho dolor y mucho daño el causado por el iluminado Maciel en muchas personas –tuvo hasta 6 hijos que se sepa, con distintas mujeres engañadas- y no digamos a los miles de componentes de sus fundaciones, a los que causó daños de todo tipo, y que siguieron fieles hasta la extenuación sus aberrantes decisiones. Personas que han hecho una labor encomiable en el servició a la Iglesia y religión católica. El informe no lo duda. Pero que deberán de olvidar para siempre a su fundador y apartar toda su huella de la misma. Por eso tendrán que redefinirla, conservando su militia Christi, revisar el equivocado ejercicio de autoridad y preservar el sentido misionero de sus militantes, su dinamismo con una formación adecuada. El Papa y la Iglesia no los abandonará y les ayudará en ese nuevo rumbo. Su vocación ha surgido de una llamada de Dios para testimoniar su amor al mundo, lo que es una riqueza para la Iglesia y el fundamento para construir un nuevo futuro de sus miembros y una nueva Legión de Cristo. Estos son los puntos esenciales del comunicado que el nuevo Papa, Benedicto XVI, mandó que se publicase. Era el 1 de mayo del 2010. Hoy, 26 de febrero del 2013, el Papa está a unas horas de su decidida
abdicación, irrevocable, de su misión divina del papado. Esta lucha sin cuartel contra la pederastia insaciable, en el que se ven envueltos cardenales, obispos y miles de clérigos, amén de otras corruptelas no menos graves, económicas, robos de documentos privados, traiciones, luchas de poder... han podido más que su voluntad incansable por eliminarlos. Con 86 años y una salud quebrantada, el Papa Benedicto XVI ha dicho basta. Y se va. A un convento de religiosas para entregarse a la oración, a sus lecturas y a escribir. Afirma que el mandato de Cristo es claro. Un Papa más joven tiene más posibilidades que él de acabar con todo este disparate bochornoso en que está sumida la sede de Pedro. ¿El affaire Maciel es un caso acabado o todavía sus coletazos tienen repercusión en el Vaticano? ¿Han aceptado sus barones, con todas sus consecuencias, las directrices marcadas por la Santa Sede? ¿Habrá tenido también que ver en la decisión extraordinaria de renunciar al papado de Benedicto XVI? Porque esto de Roma locuta causa finita, pasó a otro mundo. El Papa ha hablado, pero los contubernios, las intrigas y las deshonestidades en el cogollo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana siguen patentes y sin atisbo de solucionarse. El cardenal Ratzinger es una persona honesta y responsable. Por eso ha decidido abdicar.