Desde el jueves, 18 de agosto, hasta hoy, 21 del mismo mes, Benedicto XVI-otrora cardenal Ratzinger-ha mantenido un encuentro, en Madrid, con los jóvenes del mundo, en la llamada “Jornada mundial de la Juventud”. Al parecer, más de un millón de jóvenes ha tenido un contacto directo con el papa, ha asistido a sus Asambleas, misas, actos religiosos, donde el pontífice católico ha intentado transmitir lo que la Iglesia de Pedro piensa sobre las virtudes que deben adornar la actual juventud, entre las que ha descollado la mansedumbre, sus caminos más cortos hacia Dios, tomando, como base de ello, el evangelio de Cristo, el ejemplo más palpable y sólido para llevarnos a la paz, la responsabilidad y la solidaridad. Dicen que no todos esos jóvenes son cristianos y que muchos de ellos acuden para plantarse su verdadero camino, su examen de estado para orientar su vida en este mundo, tan globalizado, donde todos tenemos que arrimar el hombro para cambiar su perspectiva y conseguir un mundo más solidario, en este sofisticado sistema de intereses en el que estamos inmersos. Con este motivo, cada x años se organiza, en alguna ciudad importante del mundo, este encuentro de la juventud con el papa. Según cálculos, los gastos han sido cuantiosos para esta época de crisis, por los enormes montajes que ha supuesto, los medios extraordinarios que han debido emplearse en muchos estamentos, los abaratamientos en trenes, autobuses, comedores, hoteles, el uso excepcional de personal capacitado con sus horas extras incluidos, las exhibiciones fuera de lugar llevadas a cabo por el ejecutivo, el traslado de imágenes de los 14 misterios-obras de reconocido mérito escultórico- con sus seguros correspondientes etc, así como la limpieza de las zonas donde, durante esos días, se ha desarrollado la acampada y las asambleas. Un país en crisis agobiante, como la que padece este país, no se puede permitir tamaño dispendio, aunque ahora, los conservadores –esos que han mirado con lupas los desmanes económicos del gobierno- afirman que el gasto está compensado. Claro, la venida del papa y el eco de su doctrina conservadora no es un mal negocio para ellos. De tal modo, que el teólogo Tamayo se ha permitido afirmar que el triunfo papal pidiendo afanosamente la vuelta a Cristo, la vuelta a la catolicidad del país, ante el fervor multitudinario de más de millón y medio de jóvenes, ha puesto en bandeja el triunfo de los conservadores, ante un gobierno que se proclama laico, aunque, en verdad, ha puesto todos los medios necesarios para esa triunfal venida del papa, como si fuese confesional . A mi, estas Jornadas de la juventud mundial, me han decepcionado. Salvo los fervorines, la exaltación de sentimientos, las externas manifestaciones piadosas, pongo como ejemplo el costoso Vía Crucis que se ha organizado, donde han transportado a Madrid, reitero, figuras escultóricas y misterios de incalculable valor que han desfilado por las calles de Madrid, como si fuese una síntesis de Semana Santa, entre aplausos y lágrimas de jóvenes y pueblo de Madrid. Estas y otras parafernalias han constituido el grueso contenido de estas jornadas. No creo que los jóvenes planteasen ponencias sobre los temas que más le acucian, se hayan establecido comisiones de estudios, para exponerlas, discutirlas y sacar conclusiones sobre las mismas, como sucede en asambleas democráticas No me llegan que hayan surgido discusiones o polémicos planteamiento de cara a los temas que hoy interesa a la juventud. Tan solo los discursos del papa orientando los caminos que hay que seguir en este mundo tan globalizado y difícil, donde el sentido cristiano está tan deteriorado y las vocaciones entre los jóvenes, con vista al sacerdocio y la vida conventual, son cada vez más exiguas. En eso sí que habrá incidido el papa y todo su elenco de cardenales y eclesiásticos que han organizado estas vistosas jornadas para que la doctrina de la Iglesia, en lo que respecta a la juventud, sea la única que se resalte, porque piensan que sólo ella es la luz del mundo y que solo ella marca los caminos seguros y válidos conforme a su religión y sus creencias y, como ella es la maestra y todos los demás son aprendices en los valores del espíritu, la única voz que hay que resaltar es la de su pontífice y todo se ha organizado con esta finalidad, que se ha permitido expresiones como la de “solo se puede seguir a Jesús en la Iglesia”, (católica, por supuesto), que “sin iglesia (católica), no hay cristianos”, que “quiere católicos que oigan misa, que comulguen y se confiesen”, que”no se puede seguir a Jesús en solitario, que el modo de hacerlo es “ en la comunión de la Iglesia”, instando a los miles de jóvenes católicos a que vuelvan a sus países para evangelizar a sus coetáneos, que busquen a los “que no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios”, que lo intenten hasta donde “hay rechazo o indiferencia”, etc. Y les ha sugerido los caminos a seguir ante la pregunta sobre su elección de estado: “¿Qué quiere Dios de mí?” Y expuso las tres opciones de sacerdocio, vida consagrada y matrimonio. Entonces, en ese momento crucial de elección “dejaos llevar por el Señor y ofreceos”.A parte de esas frases lapidarias que me han llamado la atención, confieso que apenas he seguido estas Jornadas, solo de forma esporádica y leído solo los titulares de alguna prensa y he escuchado algún debate en televisión. Y tal como se ha desarrollado y expresado ese círculo católico me ha bastado y sobrado para captar el sentido de estas Jornadas. “Con la Iglesia hemos topado, Sancho” Cuando el papa acude a cualquier Asamblea no es para discutir temas con los extraños e ignorantes laicos, él viene para hablar e imponer sus criterios y aconsejar según mandan su cánones indefectibles y todos los demás-niños jóvenes, maduros, viejos, personas de cualquier condición y edad-, vienen a escucharlos, sin más criterios que su autoridad y su infalibilidad. La Iglesia católica, apostólica y romana, es dictadura, porque considera que es la expresión de la palabra divina. Cualquier otro criterio no es válido, por eso solo su pontífice las preside y las orienta. Pero es curioso y, además, triste y hasta cruel, que en estas Jornadas Mundiales de la Juventud, no está presente una parte importante de ella, que son los miles de jóvenes africanos y de otros países comidos por el hambre y la miseria y que no pueden asistir a estas Asambleas multitudinarias de la felicidad. ¿Creen ustedes que el Cristo evangélico hubiese prescindido de ellos y no los hubiese buscado con lupa por toda la tierra cuando tanto se habla de globalización? ¿Se hubiese quedado estático en su mullida estancia vaticana, rodeado de todas las comodidades y adelantos técnicos, remirando su enorme biblioteca, sus grandes pinacotecas, todo ese elenco de colecciones de esa maravilla inigualable que es el Palacio Vaticano y sus estancias y jardines..., sabiendo que mueren de hambre y de hacinamiento miles de jóvenes de tantos lugares por falta de cuido, de atención, de hospitales, de comida...y que no podrán asistir como el resto de los jóvenes con posibles, a escuchar su voz autorizada? Solo leyendo el cristiano evangelio deducimos lo que Cristo hubiera hecho sin tamo de sombra. Hubiese vaciado el Vaticano y todas las riquísimas iglesias de la cristiandad y hubiese acabado con la miseria y la sordidez de esa juventud hambrienta para que se desplazase a Madrid , en igualdad de condiciones. Pero no se preocupen los católicos conservadores, los meapilas, capillitas etc... Desde el primer intento de acabar con la riqueza de una Iglesia que él no fundó, lo hubiesen tomado por loco a ese Jesús que ellos reivindican como suyo, y lo hubiesen encerrado en un manicomio. Y la hermosa locura de Cristo hubiese acabado en sacrosanta desolación. Esa es la tristeza que me produce esta visita del papado en este jolgorio en olor de multitudes que no lleva a ninguna parte. ¿Cómo puede pensarse que el representante de Cristo, cabeza visible de la sacrosanta Iglesia acatólica, apostólica, romana, plagada de las riquezas más excelsas y admiradas del mundo, sea creíble? ¿Dónde está la razón de su credibilidad? El que tanto ama a la vida, que no permite el aborto¿ cómo, con tantos tesoros y poder permite que mueran miles y miles de personas de hambre, de miseria, de desolación? ¿Dónde está su amor a la vida? ¿Por qué no la reivindica de verdad, dedicando solo una parte de su riquísimo patrimonio en salvarla de estas lacerantes lacras? Que se lea el evangelio, que medite sobre la pobreza y la riqueza que aparece en el libro santo-no en las frases de poder ya manipuladas e interpoladas desde la época de Constantino- y saque las consecuencias pertinentes. Ante este velo de sombra, de poder soberbio y autoritario, un verdadero cristiano jamás podrá ser católico. No hay ciego mayor que el que no quiere ver.