miércoles, 14 de septiembre de 2011
DE NUEVO SOBRE LOS RECORTES DE EDUCACIÓN
viernes, 9 de septiembre de 2011
LA AVANZADILLA DEL PP COMIENZA CON REBAJAS EN LA EDUCACIÓN
lunes, 22 de agosto de 2011
Jornada mundial de la juventud
viernes, 19 de agosto de 2011
Carta -respuesta a Don Gonzalo Leyva, gerente de "Atencion al Oyente" de Iberia
martes, 16 de agosto de 2011
La irresponsabilidad del poderoso
domingo, 1 de mayo de 2011
A PROPÓSITO DEL PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA DE DON FERNANDO Mª CANO-ROMERO MÉNDEZ
miércoles, 6 de abril de 2011
RODRÍGUEZ ZAPATERO NO SERÁ CANDIDATO EN 2O12
viernes, 18 de marzo de 2011
EL TSUNAMI DEVASTADOR
El 11 de marzo último, viernes, saltó la noticia que conmovió al mundo:un devastador terremoto de 8´9 en la escala Richter ha sacudido a Japón ocasionando incontables muertos, miles de desaparecidos y daños materiales sin cuento. El tsunami, con olas de más de 10 metros, ha destrozado su costa noreste, penetrando 5 kilómetros en tierra firme y asolando las prefecturas de Fukushima, Miyagi y la ciudad de Sendai, arrastrando, consigo, barcos, casas, personas y todo lo que encontraba a su paso y hasta se hablaba de trenes costeros que, es muy probable, hayan sido engullidos por el mar, junto a sus ocupantes. Había ya, en estos primeros momentos de la tragedia, más de 300 cadáveres sobre las playas de Sendai, uno de los núcleos más afectados. También se divulgaba por las agencias que cuatro millones de hogares carecían de electricidad, que 11 centrales nucleares habían suspendido su actividad y que estaban afectadas, de manera especial, las centrales de Fukushima y Onagawa, con incendios comprobados, y que, en la primera, había problemas para enfriar el reactor, con un nivel de radiación 1.000 veces superior al normal y que más de 40.000 personas de la zona habían sido evacuadas. Podía convertirse en una catástrofe como la de Chernobil, en Ucrania, que tanto daño irreparable provocó en la población civil y aún sigue mostrando su cara letal. Al parecer, un fallo eléctrico había parado el sistema de bombeo de agua que enfría el reactor. La presión de las turbinas supera los límites diseñados y el nivel de radiación crece. Esto podría provocar fugas reactivas, pero es imprescindible que el sistema de enfriado continúe funcionando. También, según la agencia Kyodo, se han producido cerca de un centenar de incendios en escombros, distintos materiales y viviendas. Incluso las agencias alertaban de otros tsunamis en el Océano Pacífico. El hipocentro del seísmo se ha situado a 24 kilómetros de profundidad, a 130 kilómetros de la costa, y se produjo a las 14´46, hora local, y están en alerta las costas de Indonesia, Taiwán, , Hawai, Rusia...,hasta la costa oeste norteamericana. Y no dejan de producirse réplicas en la zona; más de veinte de extraordinaria magnitud: superior a seis grados en la citada escala. Como era de prever y necesario, además, Yukio Edano, portavoz del Gobierno nipón, además de no ocultar la amarga verdad, indicando que es el mayor seísmo en la historia de Japón, ha pedido a la población que se mantenga alerta ante las réplicas inevitables que puedan producirse y que le ha obligado a evacuar a miles de personas de las zonas de riesgo. Y ha pedido a EE.UU. la ayuda de sus 40.000 hombres que allí permanecen, para el transporte de material de socorro a los lugares de la desgracia. También la economía nipona se ha resentido. Y el índice Nikkei de la bolsa de Tokio ha caído un 1, 72 por ciento. Esto que acabo de reproducir es lo que, más o menos, dicen todas las agencias sobre el tremendo drama que se cierne sobre el preparado pueblo japonés. Digo lo de preparado, porque es un pueblo que vive en el filo de la navaja de terremotos y temblores, pues está asentado en las zonas sísmicas más activas de nuestro planeta. Y un temblor ordinario no causa sobresalto especial en sus gentes. Esa debilidad la tiene asumida hace mucho tiempo. Y ya sabe como actuar y cómo moverse en esos momentos en los que otros pueblos se llenan de pavor. El mismo Gobierno instruye al pueblo con las normas más adecuadas para solventar esa situación. Y esas normas afectan, además, a la construcción. Su casas, sus bloques, sus rascacielos gozan de la seguridad máxima, dentro de lo que es posible. El propio Tokio, amenazado con un terremoto de gran dimensión, es una de las capitales más pobladas del mundo y no ha prescindido de la altura. Ha construido rascacielos impresionantes, pero dentro de esa máxima seguridad, a prueba de terremotos de gran escala. Estamos viendo a un pueblo japonés dentro de la inevitable desgracia y de las fotos dantescas de pueblos que desaparecen sin dejar huellas de sus habitantes, de montones de amasijos de enseres, de desgracias y desolaciones sin cuento, ordenado, consciente, responsable, con una dignidad ante la desgracia inevitable, que nos llena de admiración. Si esta inmensa tragedia se hubiese producido en otro lugar del planeta, las proporciones no tendrían límite. Este pueblo volverá a surgir y a levantarse y a seguir viviendo y prosperando como una de las primeras potencias económicas del mundo. No me cabe duda. Hoy, quizás, lo que más preocupa es el estado, cada vez más deteriorado, de su central nuclear de Fukushima, que parece ser va a sembrar de letales consecuencias la región, a la altura de Chernobil. Es el drama que más acusa la prensa, que teme el mundo y no digamos el Gobierno japonés y su pueblo. Ante el temor real de que aumenten las radiaciones en un nivel alarmante, los países con ciudadanos en la maltratada nación los están evacuando, con celeridad, de sus puestos de trabajo, pues muchos de esos ciudadanos trabajan en sus empresas radicadas en Japón. Estos países comienzan a sentir temor y pánico sobre sus consecuencias radioactivas y son los que invitan a sus propios ciudadanos a salir del país o a trasladarse a una distancia prudencial de la central y así evitar las inevitables fugas radioactivas. Pero no es tarea fácil. Hay compañías que han cancelado sus vuelos o los reprograman desde aeropuertos más seguros. Aunque los niveles de radiación aún no son alarmantes para la salud pública, sí lo son, y mucho, para los trabajadores que operan en la planta para evitar ese desastre nuclear, que sí afectaría a muchos miles de personas. Los expertos consideran que una radiación de 1.000 mSv ya produce reducción de leucocitos, fiebre y náuseas. Con dosis superiores, perdidas de pelo, lesiones en la piel y alta probabilidad de desarrollar cáncer a medio o largo plazo. Con niveles superiores, enfermedades irreversibles en pocas semanas, si no son atajadas sobre la marcha. La mayoría, destrucción de la médula ósea. A largo plazo, el cáncer de tiroides o la leucemia son posibles con radiaciones constantes de 100 mSv, por la retención del yodo reactivo. De ahí que el Gobierno japonés haya distribuido 200.000 dosis de yodo no radiactivo para que saturen el tiroides e impidan la retención del nocivo. También pueden causar deformaciones y mutaciones genéticas en las futuras generaciones. Algo terrible que el pueblo nipón ya tiene la amarga experiencia de haberlo soportado, de manera inclemente, cuando los desastres criminales producidos por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaky. Y de nuevo, en ese filo de la navaja, huele a tragedia y sabe a muerte, a desolación. Hoy la información es más pesimista que nunca. El nivel de catástrofe nuclear ha pasado de 4 a 5 en la escala Internacional de Eventos Nucleares. Francia va más lejos y le aplica un 6, a un punto de lo que ocurrió en Chernobil. Y mientras, Japón sigue luchando, enviando a la central atómica toneladas de agua para producir su enfriamiento, sobre el que no se es optimista. Es la lucha contra la desesperación de estos héroes que lo llevan a cabo sabiendo que están a punto de ofrendar sus vidas. Pero el honor y la patria están por encima de todo. Hoy anuncian que ya se contabilizan más de 6.900 muertos y que son 10. 300 los desparecidos por el terremoto de Japón. La Autoridades están convencidas de que los fallecidos rebasarán los 10.000. Por su gran número, hay problemas de identificación. Y unas 530.000 personas malviven en campamentos provisionales de Miyagi, Iwate, y Fukushima. Los inevitables cortes de luz, la ola de frío y nieve son los insoportables tormentos de tantas personas que lo han perdido todo y viven en el desespero. Nada se sabe de los 7.500 habitantes de Minami Sanriku, la mitad de este pueblo de Miyagi engullido por el mar, aunque se presume huido a otros lugares. O los 8.000 del pueblecito costero de Otsuchi, provincia de Iwate, con el mismo resto de esperanza. Es lo que hay, en este momento, sobre esta colosal tragedia, que se ha producido en Japón, pero que ha podido producirse en otro lugar del mundo, sin duda. No conviene olvidarlo. Esto nos plantea que somos como una cáscara de nuez en manos de la –ella sí- poderosa naturaleza. Esta, con frecuencia, nos muestra sus poderes y nos presenta nuestra fragilidad esencial, nuestra contingencia. Y no acabamos de acostumbrarnos. Y usamos la soberbia y tratamos de someter a nuestros semejantes a la barbarie y a la miseria. Es lo propio de dictadores que se apropian de la sangre y el sudor de sus sometidos. Lo que ha sucedido con Mubarak hace días y hoy, de forma cruenta, con la estupidez fanfarrona y nauseabunda del iluminado Gadafi. Otro día escribiré sobre él y su ceguera. Se creen absolutos y la única absoluta y poderosa es la naturaleza. Que se lo pregunten, por desgracia, al pueblo japonés; un pueblo admirable ante el que me descubro.
miércoles, 23 de febrero de 2011
EL COAS DE SEVILLA CONTRA TRES EDIFICIOS EMBLEMÁTICOS
No es la primera vez que un grupo de arquitectos sevillanos conservadores-hoy componentes del Colegio Oficial de Arquitecto de Sevilla (COAS)- arremeten contra los proyectos urbanísticos “estrellas” del alcalde Monteseirín. Me causan grima estos amantes de Sevilla que quieren guardarla en un fanal, conservarla tal como está y, a la vez, llaman audaces y personas de mal gusto a quienes piensan que la modernidad y la vanguardia no están reñidas con la Sevilla universal a la que todos aspiramos. Digo esto porque hoy ha aparecido, en los diarios sevillanos, una declaración de estos señores –arquitectos ponderados y reconocidos y supongo que no es la primera- donde critican “las obras de vanguardia y piden clasicismo” (Correo de Andalucía). Y se refieren, cómo no, a la Torre de César Pelli, al Metropol Parasol de Jürgen Mayer y a la Biblioteca del Prado de Zaha Zaid. Ya sé que son arquitectos ponderados y de reconocido prestigio los componentes del nuevo consejo consultivo como Rafael Manzano, Fernando Mendoza, Antonio Sáseta, Gabriel Verd y José Antonio Carvajal, pero esto no quiere decir que, esa venda, a priori, que se han colocado y sus prejuicios contra todo lo novedoso que se haga en Sevilla, sea lo único sensato y el camino seguro en lo referente a la urbanística sevillana. Que haya que conservar los grandes monumentos del pasado nadie lo duda, monumentos que son de distintas épocas y de carácter muy dispar-arcos, murallas, torre del Oro, Giralda, Catedral, Ayuntamiento, Archivo de Indias, museos, edificios de la Exposición Iberoamericana, Iglesias Mudéjares, yacimientos romanos etc.-y que todos forman esa Sevilla impar que el mundo admira, pese a esa almagama de estilos que cada época ha ido proyectando y que ya forman carne y sangre de la ciudad. Ahora Sevilla quiere unirse a las grandes ciudades españolas que han construido nuevos iconos como Valencia, Bilbao, Madrid, Barcelona etc, como ya han hecho todas las grandes ciudades del mundo, como se ha realizado en las otras bellas artes, como la escultura, la pintura, la poesía, donde la vanguardia ha implantado su sello, como nueva manera de ver la realidad, porque la creación no tiene límites y, nos guste más o nos guste menos, cada época implanta sus coordenadas. O sea, se han incorporado a la estética ciudadana los nuevos modos de entender el urbanismo en estos nuevos movimientos que ninguna ciudad que se precie quiere perderse y Sevilla, nuestra extraordinaria Sevilla, tampoco. Si ha sido un hito en cada nuevo estilo arquitectónico del pasado ¿por qué ahora no? No podemos anquilosar su urbanismo porque algunos, anclados en pasado clasista, quieran mantener un purismo tradicional y afirmen que a Sevilla no se le puede tocar porque Sevilla es única y no necesita más iconos. Y como ha dicho el decano del COAS, Ángel Díaz del Río: “Sevilla no necesita más iconos porque ya los tiene y son los que vienen buscando la gente”(Diario de Sevilla). O sea, Sr. Del Río, que la arquitectura de Sevilla ya está completa y que las vanguardias y la modernidad sólo pueden parchearla y no tienen nada que decir ni que enseñar. A estos soñadores anclados en el pasado, por muy buenos arquitectos que sean, yo les diría que nuestra Sevilla no renuncia a la modernidad de la altura, ni a la de la vanguardia, que quiere otros iconos excelentes –mientras más mejor, digo yo- que puedan llegar a ser nuevas referencias en el mundo entero y el futuro se lo agradecerá; que quiere perspectivas nuevas, sin perder las del pasado que ahí están y seguirán estando. Eso es lo que queremos para el futuro de Sevilla, que su modernidad sea un atractivo más y no se critique con mentalidad trasnochada el Parasol de la Encarnación y se le endilgue la desafortunada expresión que son como “naves extraterrestres que aterrizan en una ciudad que tienen una arquitectura y un diseño urbanístico único, y que es lo que la hace atractiva”(Correo de Andalucía) A Sevilla, en verdad, la hace atractiva esa amalgama urbanística de estilos tan distintos como la Catedral y el Alcázar, la Fabrica de Tabacos, el Hotel Alfonso XIII o la judería y las murallas o la Casa de Pilatos a la que se agregará, no muy tarde el Parasol de la Encarnación, que es otra variante creativa, como es el cubismo de Picaso respecto al realismo de Veláquez y Murillo y los tres son genios de la pintura y dignos de cualquier museo del mundo, y sí proporcionarán una Sevilla más audaz y completa, Sr. Verd. ¿Por qué, Sr. Sáseta, la Torre Pirelli solo conduce a la ruina? Creo que además de ser un nuevo y elegante referente de Sevilla, es una atalaya magnífica para admirar la ciudad y solazarse de su belleza y dominar todo su pasado arquitectónico en unos minutos. No habrá mejor mirador al respecto. Y con ese diseño arquitectónico, Sevilla agrega un magnífico rascacielos, de lo que carecía, a parte del sentido utilitario que puede aportar y aglutinar en esa zona de la Expo, potenciándola comercialmente, que ya contiene un diseño de modernidad y que fue alabado por millones de visitantes. Sr. Manzano, no estamos en la época del clasicismo. Debe quitarse la venda y trabajar porque a Sevilla venga lo mejor de la vanguardia y de la arquitectura moderna y no se atrinchere en un pasado que ya es pasado y que está pidiendo a gritos que modernicemos la ciudad. Claro que ustedes, arquitectos de fuste, dicen que no renuncian a la modernidad de proyectos prestigiosos, pero estos iconos nuevos son desafortunados y por eso los critican.. ¿Saben una cosa? Que vendrán otros proyectos vanguardistas y otros más –rascacielos, no, Sr. Mendoza, se convertiría Sevilla en una ciudad de quinta categoría con su torre y su centro comercial. Dígale esto a Madrid, París, Moscú, Pekín, Shangay, Tokio, Singapur etc. etc.- y ustedes seguirán diciendo que son un atentado contra la estética sevillana y siempre con el mismo argumento: Sevilla ya tiene sus iconos y no necesita otros. Pero sí es una pena que las nuevas barriadas de Sevilla tengan un aspecto tan pobretón y, salvo excepciones, no produzcan esa sensación de grandiosidad como las de Valencia, Zaragoza, Málaga, Bilbao, Vigo, Gijón y muchos etc. ¿Qué tiene que decir el COAS sobre este asunto? Claro, como Sevilla ya tiene sus iconos, que son únicos, las barriadas de bloques ramplones y sin sentido estético, en calles constreñidas, no en avenidas amplísimas y bien trazadas, ya no tienen demasiada importancia. ¿Qué tendrían que decir estos arquitectos clasicistas que se miran en el pasado ante ese desbarajuste urbanístico de las barriadas? Sevilla, en ese aspecto, es una ciudad fea, que ha renunciado a modernizarse como lo demandan los tiempos actuales. Y es penoso para los que viajamos y luego volvemos; el regusto no es halagüeño para la vista. Claro, como hay que aislar a Sevilla para que la modernidad no nos asole y nos haga perder la identidad...Ya tenemos suficiente con lo que tenemos. Por eso nos tapamos la cabeza como el avestruz para no mirar al futuro y regodearnos en el pasado. Y que nadie ose tocarlo. Que sea anatema quien lo intente, y si lo intenta, a boicotearlo, diciendo que son ilegales, a la espera de que los nuevos políticos conservadores que se avecinan les eche una mano. Y mientras, cualquier ciudad de medio pelo, laborando como hormigas su futuro, dejando en tamañito a la gran ciudad de nuestros sueños. Lamentable.
lunes, 14 de febrero de 2011
Cayó el dictador Mubarak
El viernes, día 11 de febrero, renunciaba a su poder el presidente egipcio Muhammad Hosni Sayyid Mubarak. En quince días largos de protesta, el pueblo egipcio, reunido masivamente en la plaza de la Liberación, la más emblemática de El Cairo, ha obligado a dimitir al dictador. Llevaba dirigiendo Egipto más de 30 años. Un mes antes, el pueblo tunecino obligaba también a su renuncia a Zine el Abidine Ben Alí por su tiranía abusiva. En estos días, los secuaces de Mubarat, su policía nacional, ha provocado más de 300 muertos, que pedían, como el resto del país, el fin de la dictadura. De momento, se ha disuelto el Parlamento y se redactará nueva constitución de acuerdo con las aspiraciones del pueblo, que no es otro que la de establecer un régimen democrático, con libertad para la creación de partidos políticos y convocar elecciones democráticas y elegir, con ello, un presidente de la república, según votación popular y los años que se estipule de mandato. El dictador, de 82 años –al parecer, enfermo de cáncer de estómago- obligó al ejército a salir a la calle para que hiciese entrar en razón a la población. Pero los generales egipcios, con sentido común y humanitario, no ha propiciado la sangría humana para convencer al pueblo, como así pretendía el dictador, sino que su presencia ha sido testimonial y ha dejado al pueblo ejercer esa soberanía que el propio Mubarak le había confiscado, no acallando protestas, ni gritos, no convenciendo a la multitud a que abandonase la plaza, sino mostrando con su actitud que el ejército estaba con el pueblo, a favor del pueblo y que nunca, en una disyuntiva, por orden expresa de Mubarak, llegaría a disparar contra la multitud. Es todo un ejemplo de comportamiento y de alianza con la masa del pueblo, del que ellos son parte y que están para lo que están, para luchar a favor de su patria y de sus ciudadanos. Los generales egipcios, en este momento crítico, le hablarían con mucha claridad a su presidente. Ellos y los hermanos musulmanes y consejeros, que consideraron que ya estaba bien de opresión, de pobreza, de yugo, de despojo de derechos humanos, de menoscabar la libertad de expresión, de desigualdades y favoritismo, de desvalijar las arcas del tesoro a favor de los poderosos, de Mubarak “quia nominor leo”, que, según cálculos que recojo de la prensa, suma la bonita cantidad de 40.000 millones de dólares, que, traducidos a euros, son nada menos que 29. 500 millones, sumando propiedades y cuentas bancarias en EE.UU, Europa y países del Golfo Pérsico. Cantidad mareante de millones que pueden poner en solfa la no muy boyante economía egipcia. Una inmoralidad incalificable ese robo del dictador a las arcas del Estado, porque supone que sus 30 años de presidencia egipcia le da derecho a ese esquilmo a su pueblo, sin importarle su pobreza y las carencias a la que ha sometido al pueblo durante tantos años y por lo que debe pagar sin paliativos. El ex presidente Mubarak ha huido del Cairo en helicóptero con su mujer y su hijo Gamal, el que él pensaba que sería su sucesor, como si fuera un monarca de la vieja usanza y Egipto, su propiedad privada, que pasara de padres a hijos. Pero, él tan patriota y amante de su pueblo, se ha marchado a la residencia de Sharm el Seij, la preferida por él, a orillas del mar Rojo, al sur del Sinaí, donde él acostumbraba a recibir a personalidades y mandatarios extranjeros, con todo lujo y comodidades. Me temo que su destino final estará fuera de su querido pueblo –tanto lo quería que lo ha dejado exhausto-, quizás en una residencia con sus amigos petrodólares, quizás en Dubai o en Arabia Saudí. Será el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas quien decida su destino final, lo mismo que ha decidido mantener, bajo su tutela, el gobierno de Egipto, para que dentro de seis meses, cuando el país este preparado, puedan permitirse unas Elecciones democráticas y dejar, entonces, su actual mando provisional, en manos del nuevo gobierno, elegido democráticamente por el pueblo. Pero es curioso cómo se originó toda esta movilización popular que ha acabado con Mubarak. Fue a través de jóvenes blogueros que, con misivas entre ellos, a través de sus facebook, pancartas, pintadas, pusieron en alerta a la población, la motivaron bajo el lema de “todos somos Said”, el bloguero de 28 años , capturado y muerto a consecuencia de las palizas brutales que le propinaron los agentes, estos sí, al servicio del dictador Mubarak. Es una buena lección para los dictadores, esos que manejan todos los hilos del país y abusan del pueblo de una manera brutal. Todavía restan regímenes donde los derechos humanos no se respetan y la libertad de las personas está en entredicho. En España padecimos ese terrible mal durante cuarenta años, pero la democracia no se consiguió por levantamiento del pueblo, como ha sucedido en Egipto, sino por la muerte inexorable del viejísimo cacique, de tal modo que aún quedan rescoldos y el fuego todavía no se ha extinguido. De vez en cuando los nostálgicos del viejo régimen añoran los antiguos métodos y echan de menos al general. No entienden la democracia, no quieren democracia y no se avienen a la igualdad de las personas, a esa igualdad entre hombre y mujer, a la igualdad de género entre homosexuales y heterosexuales, etc. Es posible que la valentía del pueblo egipcio, el levantamiento del pueblo egipcio, haya encendido muchas luces en muchos países donde el trato democrático no es aún posible. No diré que la victoria del pueblo tunecino y la del pueblo egipcio, sobre todo contra el todopoderoso Mubarak, vayan a provocar ese efecto dominó que se da en otras parcelas, pero sí hay un viejo refrán castellano muy elocuente y sabio: “Cuando las barbas de tu vecino veas quemar, pon las tuyas a remojar”.